Era la tarde del 16 de octubre de 1.986. Yo me dirigía al trabajo. Era uno de los muchos adolescentes que en aquella época, había decidido aparcar temporalmente los estudios para intentar abrirme paso en el mundo laboral, con el fin de contribuir a la paupérrima economía familiar.
En mi mente, retumbaba una frase que había escuchado por TV hacía poco rato, de boca del presidente del C.O.I. (Comité Olímpico Internacional), Don Juan Antonio Samaranch: “...À la ville de .... ¡¡¡ Barcelona!!!”.
Si, en efecto, habían escogido a Barcelona para la organización de los Juegos Olímpicos de 1.992.
Como es de suponer, y al igual que la gran mayoría de mis conciudadanos, esta noticia supuso una gran alegría, ya que por unas pocas semanas, íbamos a ser el centro de atención mundial, gracias a la importancia del evento y el gran despliegue de medios que todo ello suponía.
Pero lo cierto es que no contaba con ciertas repercusiones que iba a tener la organización de las Olimpiadas. En un principio, yo me imaginaba a una Barcelona con la cara limpia, un Estadio de Montjuic remodelado, una cierta ampliación de la oferta hotelera y poco mas. Hubo mas, muchísimo mas. La organización del evento, fue el punto de partida de una época llena de unos cambios, que poco después de dos décadas, hacen que la ciudad esté prácticamente irreconocible comparándola con el primer lustro de los años 80’s.
Durante 6 años, tuvimos la ciudad patas arriba. Sin lugar a dudas, para que una remodelación y modernización de la ciudad como la que se tuvo que realizar (y que hoy en día todavía, y arrastrados por esa dinámica, se está realizando), se pudiera llevar a cabo, hay que pagar un alto precio, y este, no es ni mucho menos las incomodidades derivadas de todo ello, sino la pérdida de ciertos elementos que junto con otros que han sobrevivido, conformaban la personalidad de una ciudad.
A mi me gustaba Barcelona como era antes. Ahora también, pero no tanto.
Si, conseguimos apertura hacia el mar, nuevos recintos deportivos, se dejó a tras el calificativo de ciudad eminentemente portuaria, una sobresaliente mejora en las comunicaciones, infraestructuras y equipamientos urbanos, una gran movilización ciudadana (el voluntariado), que por fin figuráramos en los mapas con letras mayúsculas, la recuperación y urbanización de ciertas partes degradadas, una activación económica, social y laboral sin precedentes, la oferta de ocio (diurno y nocturno), entre otras cosas.
Es cierto, en muchas cosas la ciudad mejoró. Pero yo, soy amante de los detalles, de las cosas que permanecen en su sitio a lo largo del tiempo, y por eso me dolió mucho ver como desaparecía parte de la Barceloneta tal y como la había conocido antes, sus gentes, sus Chiringuitos, como Las Ramblas y el Paseo de Gracia eran invadidos por grandes cantidades de franquicias extranjeras dejando en el olvido multitud de locales dedicados a la hostelería y al comercio que, junto con unos pocos que hoy en día perduran, constituían parte de la personalidad de la ciudad (justo esa parte que hoy día ya se ha perdido), la desaparición de la Avinguda de la Llum, la poca iluminación y el misticismo del Barrio Gótico, el Drugstore del Paseo de Gracia, Zeleste o Bikini (tal y como los habíamos conocido hasta entonces), y muchísimas cosas y lugares mas.
Se tenía que lanzar al mundo el mensaje de que Barcelona era una ciudad moderna, cosmopolita, multicultural y amante del diseño. Eso está bien, pero para quién se sienta identificado con ello. Hoy en día, quedan pocos lugares que permanezcan sin pestañear ante el paso de los años, y esos, son los que realmente me gustan. A veces, miro para atrás y me da la sensación que de un plumazo, quisieron cargarse parte de la herencia que nos estaba otorgando la ciudad.
¿Progreso?, si... ¿Evolución?, también... Pero, ¿son convenientes tantos cambios y tan súbitos?... ¿No se habrá convertido la ciudad en una especie de parque temático dedicado a la multiculturalidad y al cosmopolitanismo?. ¿Merece todo tanto la pena?.
Saludos.
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2 comentarios:
Me siento identificada con tu reflexión. El otro día pasé junto a la Sagrada Familia y ya no había los típicos tenderetes ambulantes de souvenirs, bisutería, pañuelos, etc..solo los autobuses para guiris y todo vacío, desangelado..ya no hay nada que sea poco ortodoxo, todo es pulcro, moderno, de diseño, perfecto, pero sin vida...le falta "caliu" ahora a nuestra ciudad. Me gustaba más antes, aunque aún quedan rinconcitos antiguos preservados.
Hola Ana, bienvenida a esta casa.
Pues si, lo que comentas es mas o menos es a lo que me refería, lo malo es que lugares emblemáticos, de los de toda la vida, pocos, pocos.
Se han cargado casi todos los baretos de tapas (los habían a docenas)de la zona de la calle de la Mercé, calle Ample, etc... Incluso el Agüelo de Avinyó esta cerrado. Y si me permites, otra cosa la cual me da bastante lástima, es ver como si subsiste alguno de estos lugares, pero con música caribeña y con niñas de3 18 años moviendo el culete detrás de la barra; sinceramente, ¿para esto?, mejor que cierren, sin duda.
Y ya no hablo de la oferta de ocio nocturno para personas de 30/33 años en adelante, porque es como para ir a mear y no echar ni gota.
Saludos.
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